Mis pulsaciones ya no van al par.
Mis manos tiemblan, y no se mantienen en un solo sitio.
Ya no soy invulnerable, que aterrador.
Ahora soy débil y al descubierto.
Que fácil se puede hacer tomar decisiones, de la boca para afuera, sin herir a nadie. Pero por dentro te apuñalan tus propias palabras, maldito altruismo, y maldita sensación de vacío. Un vacío en mayúsculas y con negrita.
Me siento flotando en el vacío, y no en una buena manera, por primera vez sé qué debo hacer, pero no puedo, y no quiero. Sé cómo y cuándo, sé qué y dónde, y lo más contradictorio es que sé porqué, pero simplemente no lo acepto, maldito egocentrismo. Malditas mis ganas de querer ser feliz, de saber cómo y no serlo de todas maneras.
Porque una parte de mi te regala y la otra se aferra cada vez más.
Es cómo estar anclada en el fondo del mar, con una parte de ti que quiere subir desesperadamente a la superficie y después de tanto poder respirar, pero con otra parte que disfruta estar bajo el agua y que tiene esperanzas de desarrollar branquias con el tiempo.
Entonces no sé qué clase de desorden es más masoquista.
Entonces no sé muchas cosas; pero sé que ya no quiero sufrir, porque ninguna parte de mi quiere eso, porque las dos serán felices y sin sufrimiento a su manera.
Así que pa' dilemas estoy yo. Con mis contradicciones, y mi intento de mantenerme a raya en situaciones como ésta, que requieren de más, de más de uno, no de más de nadie.
Muy dentro de mis rompecabezas y mis laberintos debe haber algo más allá de todo esto, algo que no tenga nombre, solo algo. Porque incluso en los momentos más sombríos y que a simple vista parezcan sin solución. Hay una especie de calor y luz que invaden partes de mi, como dopamina, insinuando que tal vez nada luzca bien ahora pero tal vez mañana venga una tormenta y se encargue de llevarse la negativa, y demuestre que incluso los días de cielo gris también pueden traer paz. Que no hace falta ver al sol para saber que está ahí, esperando que entienda que después de una tormenta pueden venir miles más, una tras otra. Que me compre un paraguas. Que las anclas solo son anclas y que no están en el fondo del mar por si solas. Que mis partes soy yo, en dos extremos diferentes, que no tienen el mínimo sentido y que pelean por causas que no ayudan a nadie, que tan solo no tengo que escoger algo en mi, algo que crea correcto o anti masoquista, que las cosas se arrancan de raíz, y que no puedes devolver el tiempo y no clavarte un ancla, pero si puedes encontrar un equilibrio y con ayuda de las dos partes poder desclavarla. Porque la tormenta que tengo que aprender a soportar es la exterior no la interior, y que aunque a veces creas que lo que estás haciendo para ser feliz, es contradictorio, busca más dentro de ti, llega al final del laberinto, y empieza a cambiar tus decisiones, todas a beneficio de tu nueva causa. Y lo mejor es que el sol aún no sale, y sorpresivamente no es necesario, porque no es bueno depender del sol, porque el sol no borra el historial de tormentas, ni promete que vayan a haber más.
Solo viene, termina de darte el empujón que te hacia falta para no seguir siendo damnificada, el último empujón para ser libre, libre de tus propias tormentas, porque al fin entendí, que esto no se trata de quien posea el paraguas más grande, sino de quien pueda soportar la vida sin él.
By: Mariluna Medina (@marilunamedina)
Mail: marilunamedina12@gmail.com
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