domingo, 11 de septiembre de 2016

Canciones para un día de lluvia

Mi vida justo ahora es un intento desesperado por tratar de cambiar una canción triste por una alegre, sabiendo que no existe ninguna en la lista de reproducción. 
Tonos de gris y un día nublado que promete.
Y así de rápido, en un abrir y cerrar de ojos se esfuman todas mis constelaciones. Como huyendo de algo, cómo si tuvieran miedo. Como si no entendieran, pero es que yo tampoco entiendo...
Tanta esperanza no cabe en una taza de café, asumo. 
Deseos que van, se quedan y vienen nuevamente, y así vienen y van, como si pensaran por sí solos. 
Bienvenido insomnio, pase usted. Te empezaba a echar de menos... 
Y así todo vuelve a la caótica normalidad. 
Un par de auriculares, y un día nublado. Más por dentro que por fuera. Y un sol brillante, pero intermitente, nuevamente, más por dentro que por fuera. 
Y otro chubasco a la cuenta por favor. (Como si necesitara otro)
Claro, sin embargo este se ha convertido en una tormenta eléctrica. Debería sentirse orgulloso. 
Porque aunque allá afuera esté el sol en su punto más alto, aquí dentro está lloviendo a cántaros.


Todo se torna efímero, ambiguo y sin corriente. La misma lista de reproducción en aleatorio, y el mismo clima de desayuno, almuerzo y cena.
Y todo por no saber poner en pausa mis miedos. 
Debo tener problemas de configuración.


Ni las constelaciones nos han de ayudar. 
Ni el café hará que se vaya el insomnio. 
Porque las estrellas son persuasivas y ya se me acabó el café.


No hay canciones para un día de lluvia, porque para eso estaban nuestros labios. 
Que me cantaban. 
Que me decían. 
Que me dolían...

Así es como luce una vida después de tenerlo todo en tres puntos suspensivos. 
Porque no sé si nuestras constelaciones vuelvan a juntarse. 
Porque agarraron caminos separados sin previo aviso, y a simple vista tu vas y yo voy.

Basta de tantos chubascos.

Hoy me llueves tú, aunque afuera la sequía esté acabando con el mundo. 
Aunque el sol me queme la espalda y todo parezca un efecto secundario de una sobredosis de café.
Y me llueves, y a mares.

Todo se torna efímero, ambiguo y sin ti.